lunes, 21 de febrero de 2011

La gestión internacional del ultimo Perón




La reciente celebración de las elecciones presidenciales argentinas donde se ha registrado el triunfo de una rama peronista (el denominado “kirchnerismo”) compitiendo contra numerosos candidatos desgajados del mismo tronco: Lavagna, Rodríguez Saa (apoyado por el ex presidente Menem) y la vorágine de varios países iberoamericanos zarandeados por populismos autoritarios del más diverso pelaje (casi siempre socialista) como los lamentables casos de Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, han vuelto a poner el nombre mítico de Juan Domingo Perón en el horizonte.
Pero la política internacional del último gobierno del general tuvo poco que ver con la de los populistas actuales.
El FREJULI con la fórmula Perón- María Estela Martínez de Perón, obtuvo en las elecciones de septiembre de 1973 el 61,8 por ciento de los votos, un resultado aplastante frente al modesto 24,42 de la Unión Cívica Radical de Balbín.
Pese a las dificultades de todo tipo, comenzando por el asesinato de uno de sus fieles, José Ignacio Rucci, lo cierto es que la gestión de este gobierno que duraría apenas unos meses hasta la muerte de Perón en julio de 1974 resultó frenética. Y también aleccionadora en lo que se refiere e la política internacional, muy diferente a la que está practicando el extremista Hugo Chávez, quien en ocasiones parece invocar similares principios populistas como ese supuesto y fantasmagórico “bolivarismo“.
En su política exterior, el gobierno de Perón procuró mantener una línea moderada que evitara la confrontación de los meses anteriores de Raúl Lastiri y Héctor Cámpora (peronista de izquierda como Kirchner). Se suavizó la ley de inversiones extranjeras que tanto había molestado a Estados Unidos y Perón comenzó a intercambiar mensajes de amistad con Richard Nixon, el presidente americano.  En mayo de 1974 se firmó un importante convenio bilateral entre Argentina y Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico. De hecho, ya desde el mismo mes de octubre el canciller argentino Vignes abrió un importante canal de comunicación con el Secretario de Estado Henry Kissinger. El objetivo era claro: un nuevo diálogo bilateral Washington – Buenos Aires en el que se reconocía a Argentina su papel nuclear en el escenario iberoamericano de naciones.  Las conversaciones fructificaron en febrero de 1974 en la Conferencia de Tlatelolco (México) donde se fijó para el mes de diciembre un encuentro entre Perón y Nixon. Lamentablemente, la muerte del presidente argentino truncaría los planes.
En cuanto a la política iberoamericana, Perón se movió por el realismo dejando su idea de la “tercera vía“ para los titulares de las declaraciones pomposas. Consciente de que en aquellos momentos Argentina era la  única democracia de la zona (Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia eran dictaduras), el gobierno peronista apostó por la moderación y las vías de diálogo. Por un lado, apoyó el reingreso de la Cuba de Castro en la OEA pero, por otro, firmó acuerdos bilaterales  de cooperación tecnológica con el Chile de Pinochet buscando ejercer una influencia positiva y beneficios para ambas naciones.
Es cierto que el viejo Perón mantuvo en su espíritu la idea de una gran Confederación Iberoamericana (algo así como la aspiración bolivariana de Chávez, pero en serio). Sin embargo, el rasgo fundamental de su política exterior no fue el sesgo ideológico sino el pragmatismo geopolítico.
Perón enterró las pesadillas montoneras de una Patria Socialista  y se fijó una línea de orden que él llamó “revolución en paz, pero dentro del sistema capitalista“. Sin embargo, la muerte del general, la increíble deriva del gobierno de María Estela Martínez y su poderoso valido López Rega, el azote terrorista violento y continuo y los golpes militares arruinaron sus buenas intenciones.
En 1974 Juan Domingo Perón trató de moderar la política argentina que tan sólo podía unirse en torno a su persona y a su mito, por ello entregó su vida ya enferma cuando asumió la Presidencia. No pudo detener las sucesivas catástrofes, pero con su personalidad poderosa y contradictoria,  con sus virtudes y errores, Perón tiene poco que ver con los Chávez, los Morales o los Ortegas de tiempos contemporáneos.

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