En el mes de Julio de 1949 el filósofo español José Ortega y Gasset fue invitado a la conmemoración del bicentenario de Goethe que se iba a celebrar en Aspen (Colorado). Ortega, admirado en Alemania y Argentina, viajero de Europa, emprendía su primer y a la postre único viaje a los Estados Unidos, en plena posguerra, cuando la nación americana se había convertido ya de forma indudable en la gran superpotencia del mundo occidental.
El corresponsal de ABC, José María Massip, resumió la breve pero fecunda estancia del autor de “La rebelión de las masas“ en Aspen: “Expuso ampliamente sus ideas para un Instituto Internacional de Humanidades y encontró una gran acogida.
Pensaba que un Instituto de este tipo, en gran escala, y apoyado en el máximo prestigio y rigor intelectual, compensaría hasta cierto punto el desequilibrio creado por el tecnicismo americano y la mística materialista del comunismo. Podría haber vuelto a Estados Unidos cuando quisiera y habría encontrado aquí toda clase de apoyos y el dinero necesario para llevar adelante su vasto proyecto“.
“La rebelión de las masas“ había sido traducida en 1932 y publicada en Estados Unidos, fue reeditada en 1950 y 1951 en ediciones populares que vendieron millones de ejemplares. También había tenido gran difusión “Misión de la universidad “, traducida por la Universidad de Princeton y publicada en 1944. La fuerte personalidad, el carisma y la elegancia de Ortega cautivaron a los universitarios e intelectuales americanos, y el filósofo español salió con una idea renovada de aquella realidad que por primera vez se extendía ante sus ojos. “Pase lo que pase en Europa – escribió Ortega – la cultura occidental tiene asegurada aquí, en Estados Unidos, su continuidad “. “Esto – añadió – no es una superestructura civilizada colocada sobre un pueblo elemental, sino un conjunto orgánico de gran trascendencia “.
Ortiga impartió dos conferencias, el primer día abriendo la sesión que luego cerró Alberto Schweitzer, (en la segunda sesión fue al revés). A Ortega le presentó Robert Hutchins y la intervención iba siendo traducida nada menos que por Thornton Wilder. Los temas fueron: ”Sobre un Goethe bicentenario“ y “Goethe sin Weimar“. El auditorio estuvo compuesto de casi dos mil personas, universitarios, intelectuales y estudiosos de la cultura. En una carta escrita a su hijo, el médico Miguel Ortega, fechada el 22 de julio de 1949, resume: “Todo ha ido inesperadamente muy por encima de lo que cabía esperar“.
En Aspen, además, Ortega conoció a Gary Cooper que veraneaba en un hotel de las Rocosas. El filósofo y el actor compartieron largas horas de conversación sentados en la terraza del hotel. Ortega le pidió a Gary Cooper una de sus camisas de “hombre feliz”, para contradecir la fábula que señalaba que los hombres felices no tenían camisa. Días después, cuando Ortega estaba alojado en el Hotel Plaza de Nueva York, recibió una camisa vaquera del actor, y una nota donde le pedía que le enviase- a su vez – una camisa suya, de hombre también feliz en la vida intelectual.
Ortega entró en contacto con la Fundación Rockefeller y el mecenas y millonario Walter Paepcke, promotor entre otros, del Instituto Tecnológico de Illinois. El mediador era Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico. Durante los dos años siguientes continuaron las gestiones de las que quedan notas y documentos en los archivos del “Aspen Institute for Humanistic Studies”, pero no pudo fructificar. Quedaron – al menos – varios artículos de Ortega publicados a partir de agosto de 1949 en diversos medios intelectuales americanos y diversos proyectos inconclusos como la participación del filósofo en la prestigiosa revista “National Review “ que se hubiera materializado pero que quedo cercenada tras la muerte de Ortega en Madrid en octubre de 1955.
Como en muchas otras facetas, la obra inconclusa de Ortega fue continuada por Julián Marías que a partir de 1951 pasó largas temporadas impartiendo muchos cursos orteguianos en Estados Unidos. La razón vital estaba ya inexorablemente en marcha.