El 9 de septiembre de 1959 un sacerdote católico bendecía en Brackettville (Texas) el inicio del rodaje de “El Alamo” (The Alamo), la película producida por la Batjac Company (John Wayne, 1907-1979), bajo la dirección del propio Wayne que a su vez encarnaría al legendario Davy Crockett. Completaban el reparto Richard Widmark en el papel de Jim Bowie, Laurence Harvey dando vida al coronel Travis, Richard Boone como Sam Houston, Linda Cristal (Flaca), Frankie Avalon (el muchacho Smitty), Chill Wills, Joan O, Brien, Patrick Wayne, Veda Ann Borg, Jack Pennick… En la fotografía William H. Clothier, y la música estaría a cargo del gran Dimitri Tiomkin. El guión –por último– se debe al buen amigo de Wayne, James Edward Grant.
Pero el sacrificio de 185 tejanos en marzo de 1836, masacrados en las ruinas de la antigua misión española de El Alamo (San Antonio de Béjar) por el general y presidente de México, Santa Anna, bullía en la mente de John Wayne desde 1945. El actor encontraba en este episodio de la historia americana enseñado en todas las escuelas e incorporado a la mitología de la nación, un escenario adecuado para ofrecer su visión del mundo a sus contemporáneos. La defensa de la libertad, la trascendencia, el coraje para defender las propias ideas en un mundo asediado por los totalitarismos…Wayne empezó a trabajar en su proyecto, primero en el seno de la Republic Pictures, productora de varios de sus films. A su presidente Herbert Yates le había parecido interesante. A partir de 1948 Wayne crea su propia empresa, la Banjac que asociada con Warner o United Artists comienza a producir títulos interesantes (“Hondo”, de John Farrow, por ejemplo). El proyecto va creciendo y John Wayne decide lanzarse personalmente a la producción total de la película. Rompe con Republic y se hace cargo de la financiación que compartirá con la distribuidora, United Artists y las aportaciones de diversos empresarios tejanos enamorados de la idea. Finalmente se logran los más de diez millones de dólares precisos para que “The Alamo” vea la luz (una cifra astronómica para 1959; pensemos que “Los Diez Mandamientos” de Cecil B. De Mille, filmada en 1955 había costado 12 millones).
Inicialmente Wayne pensaba interpretar tan solo a Sam Houston como colaboración especial, pero la distribuidora le presionó para que fuera él mismo el protagonista por lo que tuvo que aceptar. Comenzaron a barajarse nombres para el resto del reparto: William Holden (Bowie), Rock Hudson (Travis), Charlton Heston (Houston)… pero finalmente fueron Richard Widmark, Laurence Harvey y Richard Boone.
El rodaje se prolongó durante tres meses, fue intenso, duro y puso a prueba el carácter de John Wayne, entregado con pasión a su obra. Por fin, el 9 de diciembre se rodó la última escena, a partir de ese momento una larga tarea de montaje, posproducción, publicidad… hasta la “premiere” oficial en Texas el 26 octubre de 1960.
“El Alamo” es una película mítica por muchos conceptos, no sólo por su deslumbrante estilo visual que alcanza instantes de formidable grandeza épica (el asalto final al fuerte), dramática (la secuencia emocionante en la que los sitiados deciden quedarse en el fuerte sabiendo que van a morir) o romántica (el amor entre Davy Crockett y la bella Graciela Flaca que interpreta Linda Cristal). A su belleza formal contribuye desde luego la espléndida fotografía de William H. Clothier, de tonos fordianos, y la maravillosa banda sonora de Tiomkin, en especial la canción “Las hojas verdes del verano”, convertida en un clásico desde su primera audición.
Aparte de su estilo El Alamo se funda en tres pilares fundamentales: el anhelo de libertad, la fe en la dimensión trascendente del ser humano, la vida entendida como misión, al estilo de Eugenio D,Ors.
Varias escenas resumen el contenido. Crockett justificando su sacrificio a la joven Graciela: “Y esto es lo importante: sentirse útil. (…) Existen el bien y el mal y hay que escoger un camino u otro, si tomas el primero es la vida, pero si vas por el segundo es como si ya estuvieras muerto aunque continúes andando”. O la útima noche de los sitiados cuando uno de los defensores de El Alamo señala tras corroborar la fe en Dios que otro de sus compañeros ha proclamado: “hay que confiar en las virtudes eternas de los hombres, en lo mejor de sí mismos, el valor, la honradez y el amor”.
La película se centra además en los dilemas morales más allá de la anécdota concreta. Así, el ejército mexicano es tratado con respeto (“saben pelear”, dice uno de los tejanos al contemplar el desfile de los soldados de Santa Anna) y en el emotivo final, el propio Santa Anna se quita el sombrero ante los únicos supervivientes (una niña y su madre, la mujer de Dickinson) ordenando presentar armas a su ejército a modo de homenaje.
Es cierto que el guión no recoge con absoluto detalle todos los datos históricos, pero al igual que un cantar de gesta construye una leyenda épica sobre unos personajes –sobre todo el de Davy Crockett- que ya eran legendarios. Se llegó a negar la muerte de Davy e incluso se le escribieron aventuras fantásticas de todo tipo. Incluso en los últimos años se trató de polemizar sobre las circunstancias exactas de la muerte de Crockett en el asedio. Sin embargo, el estudio del historiador Bill Groneman, “Defense of a Legend: Crockett and De la Peña Diary”, desmonta casi todas las leyendas urbanas y prueba la verdad de la historia tradicional, la narrada por sus contemporáneos y la recogida por John Wayne en su película.
Tras el estreno John Wayne que había puesto dinero de su bolsillo amen de hipotecar casi todas sus posesiones, se vio obligado a ceder a United Artists los derechos de la película. La distribuidora exigió recortar el metraje y cerca de media hora fue cortada. Se creía irremisiblemente perdida hasta que en 1991, en Toronto, fue encontrada una copia íntegra que permitió disfrutar de escenas intensas como el cumpleaños de la hija del capitán Dickinson (interpretada por la propia hija de John Wayne, Aissa ) o la muerte del predicador Parsons).
La edición conmemorativa en DVD de la película con su metraje completo se va a convertir a buen seguro en uno de los acontecimientos cinéfilos del año 2010. Hasta ahora la versión íntegra estaba disponible en VHS, pero el DVD actualmente en el mercado es la versión recortada exhibida desde el estreno hasta la aparición de las escenas perdidas.
Algunos mitos han circulado sobre la película. En primer término su supuesto desastre comercial. En absoluto es cierto. “The Alamo” recaudó más de 12 millones de euros tras su estreno mundial, cifra brillante que la colocó entre las diez más comerciales del año. Lo que sí es cierto es que para recuperar las inversiones que Wayne realizó en la película de forma rápida, ésta debía haber recaudado cifras similares a “Lo que el viento se llevó”, “Los Diez Mandamientos” o “Ben Hur”. Por ello su autor cedió los derechos a United Artists que a partir de 1961 fue la que se benefició de las sustanciales recaudaciones de todos los años posteriores (“The Alamo” se repuso con honores de estreno en 1967 y 1972 en todo el mundo). Tampoco es cierto su fracaso ante la crítica aunque es verdad que hubo de soportar incomprensiones, ataques injustificados y comentarios negativos de algunos sectores de la crítica (sobre todo la más radical de izquierdas, que la había). Pero incluso un historiador muy lejano a las ideas conservadoras de John Wayne como George Sadoul recogía en su monumental Diccionario del cine, el gran esfuerzo épico de “El Alamo” y su considerable éxito comercial .
En Estados Unidos las críticas fueron variadas pero nunca faltaron las elogiosas y la Academia de Hollywood incluyó entre las siete candidaturas al Oscar de 1960, la de mejor película para “El Alamo”. (Al final solo obtuvo una, la de mejor sonido, la película ganadora fue “El apartamento”, de Billy Wilder y aún los aficionados se preguntan cómo es posible que Dimitri Tiomkin no ganara la correspondiente a la banda sonora y a la canción, cuando ambas pueden considerarse de entre las mejores de toda la historia del cine).
Otro tema debatido fue la participación de John Ford, amigo y maestro de Wayne en la película. Pocas semanas después del inicio del rodaje, el autor de “Centauros del desierto” se presentó en Bracketville comentando que estaba de vacaciones. Enseguida se interesó por la película. John Wayne y su hijo Michael – encargado de la producción – temieron que la presencia de Ford creara conflictos y para que el veterano maestro no se ofendiera le prepararon una unidad de rodaje, un presupuesto especial (que pagó Wayne) y le enviaron a rodar secuencias. Ford en su entrevista con Peter Bogdanovich recuerda que rodó bonitas escenas en ríos y bosques pero que fueron cortadas todas. Después corrieron leyendas urbanas sobre la participación real del cineasta en la película final.
Lo cierto es que buena parte del material de Ford en efecto no fue empleado porque ni siquiera estaba en el guión. Sin embargo, el director no se limitó a la segunda unidad sino que en varias ocasiones charlaba con los actores principales. Según han fijado los expertos en la película Clark y Andersen autores del libro “John Wayne´s The Alamo (A Film Legend)”, la versión definitiva de la película conserva tan solo algunos planos rodados personalmente con Ford. Entre ellos el plano de John Wayne y Linda Cristal en su segundo encuentro y el de Laurence Harvey disparando a un atacante tras una salida de los defensores del fuerte.
Sea como fuere, el paso del tiempo, las continuas reposiciones y la calidad intrínseca tanto del film como del trabajo de John Wayne han contribuido a colocar “El Alamo” en el justo y muy alto lugar que siempre mereció. “El Alamo” de John Wayne –muy superior al discreto “remake” reciente que ha pasado casi desapercibido– es en la gran definición de John Ford: una película grandiosa e intemporal, tal vez una de las más extraordinarias jamás rodadas
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